sábado, 8 de febrero de 2014

DESDE LO ALTO DEL ÁRBOL.

      Hoy el día amaneció ventoso, revuelto, gris, frío y lluvioso en el lejano Norte. La ciclogénesis ataca de nuevo. Antes, cuando yo era pequeña, estos temporales eran, sencillamente, mal tiempo propio del invierno. Pero ahora se les llama ciclogénesis y hasta pueden llegar a ser explosivas. ¡Cuánto ha cambiado el mundo desde entonces!
     El caso es que a pesar del mal tiempo, o tal vez animada por él, me propuse construir otro de mis castillos en un árbol. Me subí como pude, sin saber por donde empezar la obra. Pero me detuve en el acto. Desde la altura de mi árbol eché una ojeada: todo el país a mis pies. Lo que vi era más gris que el cielo de este día: familias enteras (incluso con niños y ancianos) desahuciadas de sus hogares, enfermos de cáncer que no pueden pagar los tratamientos, gente que padece la llamada "pobreza energética" (¡cuánta grandilocuencia en las palabras!) y no puede ni calentar su casa en este crudo invierno, niños que solo pueden comer bocadillos de pan con pan (cuando yo era pequeña decíamos que era comida de bobos). Gente sin trabajo, sin vida, sin esperanzas. Todo lo que habían conseguido nuestros padres y abuelos pisoteado, destruido.
     Y yo, desde mi atalaya, intentando construir un castillo en un árbol, en un país donde las construcciones y lo que se robó a costa de ellas nos ha dejado a todos en la miseria.
     No, no voy a construir nada. Bajo del árbol y la lluvia tras los cristales me empapa de tristeza. Este país no es el mío, el de mi infancia. No lo reconozco.


Ilustración de Silvia Álvarez.

   Es el país del cuento más triste que se ha contado nunca. El del que SIEMPRE me hacía, y me hace, llorar. El de una niña pequeña que, acurrucada en la calle sobre la nieve, solo tenía para calentarse unas míseras cajas de cerillas que no había logrado vender y que se le iban acabando mientras, por el cristal de una ventana, veía a una familia rica y feliz disfrutando de los manjares y el calor del hogar que ella nunca tendría.


     Es el país de "La Pequeña Cerillera". Y se nos están acabando las cerillas...