¡Por fin se fueron las nieblas! ¡Por fin hemos vuelto a ver la luz! Esa luz tan abundante en el Mediterráneo y que echamos aquí tanto de menos en inviernos grises como este. ¡El sol me ha dado tanta alegría!
De nuevo soy una planta trasplantada. Nací y crecí en este país de nieblas, en El Bierzo, pero en el ya lejano 1991 me fui a vivir a Murcia.
Todavía recuerdo nítidamente la maravillosa impresión que me causó la ciudad cuando llegué a ella: una luz dorada de atardecer increíble, unas palmeras y unos edificios que me parecieron lo más exótico que había visto en mi vida y un calor desconocido y más persistente que la niebla pasada.
Todo era precioso y extraño, estaba tan, tan lejos de mis raíces que, como a buena casi gallega, era imposible que no me asaltara la "morriña", la nostalgia de mis tierras del norte.
Y así, nostálgica perdida, un día de aquel invierno de luz de 1991 escribí este poema...
LEJOS
(Viento que vas al Norte
¡llévame contigo!
Que me falta mi casa,
mis calles, mis amigos.
Nube que vas al Norte
¡llévame contigo!)
He
perdido el otoño
dorado de mi tierra,
los robles centenarios
y encinas verdinegras.
Añoro los olores
que prometen invierno,
el café de la tarde
y el fuego de los leños.
Aromas de salitre
me dicen que estoy lejos.
Me vine a un mar lejano,
llegué a una tierra nueva
que me resulta extraña,
solitaria, desierta.
He perdido el otoño,
también la primavera,
el color del narciso
entre la hierba tierna;
la casa de mi infancia,
mis amigos, mis fiestas,
las calles recorridas
bajo la lluvia fresca.
Ya no tengo el verano
tostado de la era,
con sus noches tranquilas
de frágiles luciérnagas;
ni los chopos del río
que refrescan la siesta
mecida por el agua
que canta entre las piedras.
En el Mediterráneo,
al pie de las palmeras,
sueño con el otoño
dorado de mi tierra,
lo busco y no lo encuentro
entre olas y arenas,
en este mar lejano
que no entiende de penas,
que se pinta de azul
y se viste de fiesta
cantando en otra voz,
hablando en otra lengua.
Aromas de salitre
el recuerdo me acercan
de todo lo que lejos
sigo sintiendo cerca.
Ahora la vida me ha permitido volver a mi tierra. ¿¡Qué bien verdad!? Pues no tanto. ¡Echo de menos la luz de Murcia, el Mediterráneo y los amigos y familia que tengo allí! Así es la vida...
Por suerte puedo ir y venir cada poco tiempo, tengo dos tierras y dos casas a mil kilómetros una de otra. Tengo dos lugares maravillosos en el mundo para echarlos de menos alternativamente.